viernes, 29 de mayo de 2009

De Linköping a Granada




Última madrugada sobre Linköping. Apenas anocheció hace un par de horas y ya los pájaros anuncian otro amanecer. Quedan lejos las tinieblas del invierno, hoy el cielo no acaba de ser oscuro. En este momento termino. La semana transcurrió entre papeles, paquetes a España, horarios de autobuses, limpiezas en el cuarto, y la monotonía de costumbre. La vuelta se hace dura cuando es definitiva, y el espacio es escaso para compartirlo con compañeros. Salí de un habitáculo entre lágrimas, mi memoria en Suecia comienza por sus rostros. No pude decirles nada pero ellos saben todo lo que quise decirles. Después recorrí el bosque. He pasado muchas tardes por esos caminos, me he hecho el fuerte adelantando suecas y he imaginado historias con finales entre los árboles. De regreso a mi cuarto de nuevo estaban esos ancianos sentados en esas piedras, callados, recién salidos de sus cuevas, puntuales ante otra primavera. Esta vez tampoco me dijeron nada. Y ahora estoy junto a la ventana como cada noche, derrotado por el paso del curso. Una madrugada frente a mi vida en Suecia. Nieve, bosques, lagos, luz, compañeros, Bergman, todo frente a unas horas. En unas horas pisaré de forma definitiva las calles de Linköping. Para el jinete de Stora Torget seré otro estudiante que regresa a su país, otro joven con la maleta llena de recuerdos en un gesto dividido entre el Sur y su viaje de diez meses. Mañana vendrán otros porque antes otros ya se fueron. Para mí únicamente somos nosotros atravesados por ese jinete y mañana no serán otros. Únicamente nosotros.

miércoles, 27 de mayo de 2009

Korallen

Aquí la vida tiene prisa y a las 12 del mediodía son habituales las colas en torno a las bandejas de korallen. Es una hora donde se paraliza la producción en Suecia, donde se apartan las discusiones académicas para repostar el estómago. También es un momento para que muchos estudiantes se descarguen con carcajadas, otros prosiguen en sus labores de cuadrícula y apenas despegan la mirada del plato. El reloj roza la una de la tarde, acuden en manada un grupo de españoles a saciarse. Llevan parte de la mañana remoloneando entre apuntes de dura comprensión. Irrumpen en el comedor a gritos, masticando con los ojos los puestos de comida, intentando camuflar esos filetes de más que no van a comerse. Los suecos comienzan a desaparecer, la puntualidad les devuelve a sus ordenadores. Mientras allí siguen ellos, engordando los buches, paralizados ante el último bocado de alguna rubia, embrutecidos a ritmo de tenedor. No es la comida que la mayoría de las veces es muy sabrosa, ni la comodidad de evitar cocinar, ni siquiera la cercanía de estar en la propia universidad. Se trata de las conversaciones que surgen, de las confesiones de muchas noches de silencio, de los proyectos a cualquier plazo, de las partidas de cartas hasta horarios desmedidos. Se trata de que Korallen nos alimentó de amistad durante mucho tiempo.

lunes, 25 de mayo de 2009

Resecentrum


Linköping es una ciudad que sueña con unos párpados entreabiertos recogidos en su estación central, Resecentrum. Hasta aquí llegan los trenes del Norte castigados por las heladas, hasta aquí los silbidos de las máquinas del Sur que despejan meses de oscuridad. Los pasajeros se agolpan en los andenes, caminan de aquí para allá, otros descansan en los bancos o conversan con desconocidos. La llegada de alguien o esa escapada huyendo de la rutina, todos aguardan, todos ante las vías. Aquí el tiempo se detiene. No pasan los minutos y los días se cuentan por los sonidos de los rieles. Los relojes que cuelgan de los techos detienen a la muchedumbre para marcar la gravedad de su paso, la vida sujeta a ese segundero decrépito. Reflexiones, dudas de última hora, otra mirada al Sur, una joven tras unas gafas, un anciano con andaderas, un vagabundo distraido con una lata. Un tren irrumpe en aquel silencio con las entrañas devoradas por viajeros. Maletas, besos, estruendos, la soledad. Se cierran las puertas de la cabina. La ciudad se aleja ante los ojos que intentan detenerla y el rum rum va recordando que todo sigue.